Hacer un breve recorrido por la vida de Fernando Ponce de León implica recoger en el camino las huellas de una historia personal de superación, impregnada de coraje, tenacidad, y perseverancia, como también de imaginación, creatividad y poesía. Nació en el año 1917 en la ciudad de Bogotá, en el seno de una familia numerosa; compartió con sus once hermanos una infancia de privaciones pero también de complicidades y de solidaridad, de lo cual el autor deja valiosos testimonios aún inéditos. Desde muy temprana edad comprendió que su vida estaría signada por los retos y al pulso de trabajos varios y de pequeños negocios fue cultivando un carácter recio y audaz y un espíritu emprendedor. En el año de 1947, conjuntamente con su hermano gemelo, Carlos, funda una pequeña imprenta que se transformaría con los años en una de las primeras empresas nacionales especializadas en la impresión de valores, Ponce de León Hermanos, y que en el año 1997 mereciera de la Cámara de Comercio de Bogotá el más alto premio a la calidad y eficiencia empresarial.
Autodidacta, Fernando Ponce de León estudió y luchó paralelamente por cultivar su espíritu. Hombre de pensamiento crítico, no se dejó nublar por los logros económicos y comprendió que la literatura era un medio para generar conciencia social y para enseñar que el mundo y la vida tienen muchos rostros, para colmar lo que en sus palabras expresaba “… el escritor tiene una misión al lado de la libertad”. Durante cincuenta años escuchamos en la madrugada el incansable y disciplinado repiquetear de su máquina de escribir. Así surgieron de sus dedos Matías, Tomás, Josefa y Floro, y muchos otros personajes que pueblan sus relatos, sacados de la realidad y de su imaginación, personajes llenos de poesía y de ternura, de añoranzas y esperanzas, pero también de frustraciones, de odios y mezquindades, porque para él “… la novela es el hombre con su política, con su angustia interior, es el hombre con todos sus defectos”. Este pensamiento se refleja en sus obras publicadas las que, en su afán de recrear las dificultades sicológicas de personajes inmersos en situaciones críticas, se caracterizan por su realismo con frecuencia descarnado, dónde se describen las cosas como son y como se sienten, en forma valiente, sin temor a la crítica y a la censura. En 1959 Eduardo Carranza dijo que “Ponce de León es uno de los tres o cuatro narradores auténticos de que pueda ufanarse nuestra literatura”.
En 1954 surge la primera de sus seis novelas, Tierra asolada, en la que sus personajes actúan en el contexto de la pavorosa violencia oficial que arrasó al país en los años cincuenta del siglo pasado; en su prólogo, Juan Lozano y Lozano dice: “… Este libro, más que una novela de complicada trama, en donde se presentan situaciones de sutil casualidad y se describen caracteres inconfundibles, es un relato impresionante de sencilla veracidad…”. En 1958 aparece Matías novela urbana que fue incluida en la colección de Autores Nacionales de Colcultura veinte años después en 1978 la que, a través del relato de vida de un ciego que no era Matías, enrostra al lector con la “ceguera” de los que pueden ver y que hoy publicamos de nuevo. En 1959 publica La Castaña novela rural que nos trae el drama del hombre y la tierra a través de un patético matrimonio campesino, lentamente acorralado por la pobreza, la injusticia y el dolor. En 1961 publica su novela Cara o sello donde se aborda ya el flagelo que habría de azotar a nuestro país hasta nuestros días, en el relato de un hombre enfrentado a un secuestro inevitable que nos hace difícil discernir hoy si se trata de una realidad vivida o de una ficción. También en este año publica su única obra de teatro, La libertad es mujer, sátira en cinco actos donde ridiculiza y denuncia hábitos de personajes, políticos y periodistas. En 1972 fue publicada su novela La gallina ciega, obra finalista del Premio Planeta 1970, y con la cual el autor incursiona en un nuevo estilo literario en el que, como extraído de un “… tiesto roto en mil pedazos”, va reconstruyendo a veces en primera y otras en tercera persona, capítulo por capítulo, como en un rompecabezas la tela de araña que conforma la vida de hombres y mujeres del campo quienes terminan prisioneros de la gran urbe. Finalmente, en 1992 aparece Las dos muertes de Antonino, su última novela que recrea el mito del hombre alado y que, al final de sus días y en palabras de Fernando Garavito quién lo acompañó devota y desinteresadamente en su senda literaria –hasta hoy–; se trata de “… un personaje que extrae de sus recuerdos de infancia y que convierte en expresión de sus ansias de libertad”.
Fernando Ponce de León falleció en Bogotá en el año 1998.